7. Las cartas joánicas: la Iglesia como una
comunidad de individuos guiados por el Paráclito.
La historia
de la comunidad joánica: para comprender la
doctrina sobre el Paráclito es importante conocer la historia previa de la
comunidad del discípulo amado:
- originariamente, esta comunidad estuvo muy
cercana al conjunto del movimiento cristiano.
- luego asumió a conversos samaritanos (Jn
4), y a helenistas radicales del estilo de Esteban (Hech 7) quienes, sin romper
la comunión con el tronco hebreo de Jerusalén, se separan en lo administrativo
y niegan la presencia de Dios en el Templo. Estos cristianos helenistas son los
que convierten a Samaría (y no Pedro o los Doce).
- esta mezcolanza puedo haber acelerado los
desarrollos innovadores de la teología joánica, lo cual hacía a esta comunidad
joánica especialmente problemática para los judíos que no creían en Jesús.
- por eso, en el Cuarto Evangelio, los
oponentes de Jesús son “los judíos”.
- el odio de estos “judíos” hacia Jesús es
cada vez mayor, porque Jesús se hace igual a Dios (Jn 5ss),[1] hasta llegar a una oposición entre ser
discípulo de Jesús y ser discípulo de Moisés (9,28-33): la comunidad joánica ‒como
el ciego ya curado de Jn 9‒ es expulsada de la sinagoga.
- la reacción verbal del Jesús joánico es
dura: los judíos son hijo del diablo y homicidas como él (8, 40ss).
- la expulsión de la sinagoga condujo a los
cristianos joánicos a acentuar la divinidad de Jesús.
- también el clima judicial que presenta el
Cuarto Evangelio (acusaciones, testimonios, juicio), tiene que ver con esta
controversia con los judíos.
- esta controversia también explica los
elementos que están ausentes en el Cuarto Evangelio:
- se subraya tanto la
divinidad de Jesús, que casi no aparecen sus limitaciones humanas.[2]
- no se mencionan directrices
morales, pues los mandamientos no eran el tema de discusión, sino el creer o no
creer en Jesús.
- en resumen, como generalmente ocurre en
las discusiones acaloradas, Juan acentúa mucho algunos aspectos y olvida
completamente otros, que no hacen a la discusión.
La doctrina
sobre el Paráclito: la singularidad de la
doctrina joánica sobre el Paráclito se inscribe en el contexto de la polémica
antes descrita. La cristología de Juan eleva también a su pneumatología,
presentando al Espíritu con un carácter explícitamente
personal ‒que no tenía en las primeras reflexiones cristianas‒ y dándole un
nombre ‒paraklétos‒ que no es neutro, como lo es pneuma.
El uso legal que el término paraklétos
tiene en sus raíces griegas, se ajusta al clima
judicial que tiene el Cuarto Evangelio: es el abogado o consejero que con su testimonio vence todo ataque y
demuestra que quienes se oponen a Jesús y sus discípulos están equivocados.
Otra función del Paráclito es
consolar a los discípulos en los
momentos de problemas. En este aspecto, reemplaza
la presencia de Jesús de una manera
más íntima y duradera, por eso
el mismo Jesús nos dice que nos conviene que él se vaya para que venga el
Paráclito (16,6s).
Y aquí enlaza la
pneumatología con la cristología: la función
esencial del Paráclito es poner a cada cristiano en relación personal con
Jesús.
Otro aspecto importante de la
función del Paráclito es la de ser el maestro,
continuador del magisterio de Jesús. No enseñará cosas nuevas sino que, estando
presente en el corazón de cada
cristiano, situará el mensaje de Jesús en
cada momento y lugar concretos. De este modo, el Paráclito aparece como un
maestro vivo, que si bien no añade cosas nuevas, tampoco se limita a repetir
una tradición del pasado muerto.
Aspectos
positivos y negativos.
+ la doctrina sobre el
Paráclito da fuerza a la
eclesiología de Juan: la presencia viviente del Espíritu en los discípulos hace
indiscutible su cristología, en el enfrentamiento con “los judíos”.
+ asimismo subraya el igualitarismo joánico que vimos en el
capítulo anterior: todos los discípulos tienen el Paráclito, del mismo modo que
lo tuvo la primera generación cristiana. La eclesiología de Juan supera todas
las barreras de espacio y de tiempo:
todos están unidos a Jesús.
- Todo esto es
fundamentalmente positivo, pero las epístolas nos muestran trágicos efectos secundarios: se ha producido una fuerte división dentro de la comunidad
joánica, la cual -en el fondo- tiene que ver con la relación entre Escritura y
Tradición. Así, según parece, la facción secesionista tomaba los datos del
Cuarto Evangelio al pie de la letra, y sin relación con otros contenidos de fe,
que el autor -en el calor de la polémica- había dejado de consignar. De este
modo, negaban la humanidad real de Jesús y el aspecto redentor de su muerte, y
también negaban la necesidad de vivir según una ética, pues el único pecado es
no creer. En síntesis, los aspectos negativos derivados pueden resumirse en
cuatro puntos:
1) Parcialidad de una teología configurada en la polémica: el Cuarto
Evangelio enfatiza la divinidad de Jesús y la importancia de la fe. No hubo
problemas mientras esto fue leído por cristianos que sabían -además- sobre su
verdadera humanidad y de la necesidad de vivir como él vivió. Pero la siguiente
generación recibió sólo los contenidos que eran objeto de discusión con “los
judíos” y, de este modo, las acentuaciones del Cuarto Evangelio se
radicalizaron, volviéndose inaceptables. Por eso, el autor de las epístolas
debe remontarse al “principio”, a lo
vieron y oyeron (cf. 1 Jn 1,1) para completar algunos datos que no fueron escritos en el Cuarto
Evangelio, y que la generación actual desconoce.[3]
2) Pérdida de la tradición a causa de la polémica y de la expulsión:
la comunidad joánica tenía mas cosas en común con la sinagoga -un sólo Dios,
las Escrituras, la ética, etc.- que con el mundo pagano. Pero en la polémica se
tiende a resaltar lo que divide y a olvidar lo común. Y, si entre los
expulsados, hay un deslizamiento teológico que tiende a radicalizar aún más los
puntos de división suceden dos cosas: 1) el grupo expulsor se confirma a sí
mismo en que su decisión de expulsar al otro grupo fue acertada; 2) el grupo
expulsado se vuelve incapaz de recuperar los elementos valederos de la
tradición común, olvidados durante la polémica, y se vuelve secta.
Esta recuperación es lo que
intenta el autor de las epístolas joánicas: en ningún momento contradice al
Cuarto Evangelio, sino que intenta situarlo en su contexto, explicitando
elementos que indudablemente el evangelista daba por seguros, pero que nunca
mencionó ni recalcó en su obra.
3) Hostilidad hacia los extraños, que limita el amor a sólo “los
hermanos”: en el Cuarto Evangelio se trata con extrema dureza a “los de
fuera”, es decir, a “los judíos” (hijos del diablo, homicidas, mentirosos).
Cuando se produce el cisma interno en la comunidad joánica, ambos grupos se
tratan mutuamente con esa misma dureza (anticristos). En este contexto, el
mandamiento del amor al prójimo de los sinópticos -que incluye a enemigos y
extraños-, se convierte en mandamiento de amor al hermano, es decir, al miembro
de mi mismo grupo. De nuevo aparece el particularismo sectario.[4] Incluso,
Juan olvida que Jesús acogió a “los de fuera” -pecadores, prostitutas,
publicanos- y sólo señala que amó “a los suyos” (13,1).
4) Divisiones incontrolables que se generan por apelación al Paráclito:
la idea de un maestro divino en el corazón de cada creyente es una de las más
grandes contribuciones que el Cuarto Evangelio hizo al cristianismo. Sólo que
no nos dice qué hay que hacer cuando los creyentes que poseen el Paráclito no
se ponen de acuerdo. Las epístolas nos muestran lo que sucede: se rompe la
comunión. Si el Espíritu es la autoridad
mayor y única -y cada parte apela a Él para mantener su postura- es totalmente imposible llegar a un acuerdo,
y no hay forma de controlar las sucesivas divisiones que se producirán. De
hecho, en el siglo II, la mayor parte de la comunidad joánica derivó hacia el
gnosticismo, mientras una rama se integró a la “iglesia católica” aceptando la
existencia de pastores humanos (como evidencia el “suplemento” que es Jn. 21,
sobre todo vv. 15-17).[5]
Conclusión: la eclesiología joánica es la más atractiva y excitante del Nuevo
Testamento, pero es también una de las menos estables. Por otra parte, si bien
el Cuarto Evangelio no puede ser la guía única para la Iglesia, nos recuerda
constantemente el lugar único que tiene que ocupar Jesús en la vida de cada
cristiano.
8. La cristiandad judeo-gentil en Mateo: una autoridad
que no sustituye a Jesús.
Mateo y la
eclesiología: Mt. tiene una prioridad
eclesiológica difícil de sustituir. Es el único evangelista que usa la palabra
“iglesia”, y fue el evangelio más adecuado para las necesidades de la iglesia
posterior, sea en la catequesis, en la liturgia, en la predicación, etc.,
siendo el más citado por los Santos Padres. Mc. fue prácticamente eclipsado por
Mt. (más del 90% de los versículos de Marcos son citados por Mateo, por lo que
no se sentía necesidad de leer a Mc. mismo). Por otra parte, Mt. tuvo una
extraordinaria capacidad para recoger y organizar el mensaje, lo cual hizo de
su evangelio la mejor guía práctica para la vida del cristiano.
Mateo,
Lucas y Juan: tanto Mt. como Jn. escriben en
medio de una gran adversidad, y ambos han entrelazado en la vida de Jesús los
problemas que sus comunidades tuvieron décadas después. Lucas, por su parte, ha
distinguido estas dos etapas, escribiendo por separado el libro de los Hechos.
Analizando la mezcla de imágenes pre y postresurreccionales, se descubre que
Mateo era un cristiano de origen judío y ex escriba, y que trabajaba en una
escuela que podía utilizar varias versiones de las Escrituras.
El Jesús de
Mateo: Jesús no contradice lo mejor de los
valores religiosos de Israel, sino que los consagra, eliminando las argucias de
los rabinos, que viciaban la vivencia profunda de la Ley. Es más, Jesús exige
una justicia mayor que la de los fariseos, y puede exigir esto porque Él es el
maestro supremo y la encarnación perfecta de la justicia.
Mateo y
Pablo: esta visión no es incompatible con la de
Pablo, con quien probablemente Mateo tenía en común su formación farisea, pues
para ambos “Cristo es el fin de la Ley”, aunque con distintos acentos. Y esto
siempre ha sido así en la Iglesia, y nunca ha creado conflicto a los cristianos
inteligentes: hay quienes acentúan la libertad respecto de la ley, y quienes
acentúan el cumplimiento de la ley sanamente interpretada, sin que ninguno de
los dos grupos acepte ni libertinos ni legalistas.
La comunidad
de Mateo: analizando su obra, encontramos que la
comunidad de Mateo presenta una diversidad étnica. Las dos recomendaciones
dirigidas a los apóstoles “No tomen caminos de gentiles” (10,5) y “Hagan
discípulos a todas las naciones” (28,20) ilustra la historia de la comunidad de
Mateo, que nace en ambiente judío y posteriormente se abre a los paganos. Es
una comunidad asociada íntimamente a los Doce, y sobre todo a Pedro, fieles al
Templo y al Judaísmo pero que, al mismo tiempo, descubrían con sorpresa que los
paganos podían recibir a Cristo y por es debían ser aceptados. Esta comunidad
heterogénea es llamada “iglesia”, término que los LXX utilizaban para destacar
la pureza del Pueblo de Dios. Al llamar “mi iglesia” a este grupo mixto, Jesús
indica que la aceptación de paganos no lesiona la pureza de este nuevo y
verdadero pueblo de Dios.
Las
opciones ante Jesús: ya los relatos de la
infancia nos muestran tres grupos que responden de modo diferente ante Jesús:
judíos piadosos que lo aceptan (José), paganos que lo adoran (los magos) y
judíos que lo rechazan y quieren matarlo (el rey judío, los sacerdotes y
escribas). Estas tres actitudes recorrerán toda la obra de Mateo.
Conflictos
y sus soluciones, en la comunidad de Mateo:
1) Los juicios hostiles de los cristianos
contra escribas y fariseos tuvieron respuesta por parte de ellos: calumnias y persecuciones, negación de
la resurrección de Jesús, y afirmación de que Jesús era hijo ilegítimo. El
resultado es que algunos cristianos abandonan a Jesús.[6]
2)
Dentro de la comunidad de Mateo también hay problemas: la riqueza de los
carismas se manifiesta, pero también hay abusos por parte de falsos profetas que realizan milagros,
pero obran injustamente.
3) La relación entre ricos y pobres en la comunidad, era otra posible fuente de
conflictos. Mateo no trata a los ricos con la dureza que lo hace Lucas. Hay una
oportunidad para los ricos si son pobres de espíritu, y tienen hambre y sed de
justicia.
4) Esta misma habilidad pastoral evidencia
mateo en su reflexión sobre la convivencia
del trigo y la cizaña: la misericordia y la paciencia han de prevalecer en
la comunidad, dejando a Dios el juicio final.
5) El mismo equilibrio manifiesta Mateo en
el tema del pago del impuesto: los cristianos se encuentran libres de tal
obligación pero, para evitar ser motivo de escándalo, deberán pagarlo (17,24ss).[7]
6) Es importante, sobre todo, cómo entiende
Mateo el tema de la autoridad en la iglesia. Mateo no rechaza la existencia de
una cátedra con juicio autoritario -al estilo fariseo- siempre y cuando se
acepte que la autoridad viene de Jesús, y que Jesús tiene la última palabra en
todos los casos.
- así, Mateo expresa en términos rabínicos
el tema del poder en la Iglesia (atar/desatar; llaves).
- pero este poder es otorgado por Jesús.
- acepta un fuerte sentido de organización
y autoridad eclesial.
- pero critica duramente a los fariseos, a
fin de que el legalismo no tenga lugar en la iglesia.
Aspectos
positivos y negativos.
+ Gran respeto por la ley y la autoridad.
+ Primacía absoluta de las actitudes de Jesús al interpretar la ley y
ejercer la autoridad.
+ Con estos dos elementos Mateo construye una eclesiología de notable solidez y equilibrio. En
cierto modo, conjuga la estructura
eclesial de las Pastorales con la presencia
personal de Jesús en la que insiste Juan (también Mt. 28,20 habla de la
continuidad de la presencia de Jesús en la Iglesia). Pero a diferencia de Juan,
Mateo mantiene el equilibrio en el plano ético, uniendo a la fe la ética evangélica del Sermón de la Montaña.
+ Mt. 18 es el tratamiento
práctico más profundo de la iglesia en el Nuevo Testamento, donde Mt. anticipa
ciertos peligros. Y hay que notar que el discurso se dirige explícitamente a
las autoridades eclesiales.
Empieza presentando el
problema de la primacía en la iglesia, al cual responde con el ejemplo de un
niño pequeño, manifestando que en el Reino de los cielos es Dios quien tiene el
poder o autoridad supremos. La grandeza en el Reino corresponderá al grado de cercanía
que cada uno tenga con Dios.[8] Así se
evitará también una ejercicio prepotente de la autoridad, al modo del mundo.
La sección siguiente pone en
guardia contra los escándalos, que afectan sobre todo a los miembros más
vulnerables de la comunidad. Asimismo, advierte a las autoridades eclesiales
sobre no despreciar a estos “pequeños”, actitud que puede ser más escandalosa
que una conducta inadecuada.
El discurso continúa con el
rescate de la oveja extraviada, desafiando los cálculos mundanos acerca de la
eficiencia: una sola oveja extraviada exige toda la dedicación necesaria,
aunque haya 99 en el corral.
Finalmente se indica el
camino a seguir con el descarriado. Primero se señala un delicado proceso de
corrección fraterna, y luego se insiste en el perdón ilimitado.
Resumió: J.F.
[1] El Jesús de Juan, quien después de haber estado con Dios, baja a la gente para contarle acerca de
Dios, conjuga los perfiles de Moisés en el
Sinaí y de la Sabiduría preexistente (Eclo 24, etc.). Juan no enfatiza
el aspecto davídico de Jesús.
[2] Brown, p. 104 +. Ni
siquiera Jn. 1,14 remarca la humanidad
de Jesús al decir “se hizo carne”, pues el versículo continúa “y hemos visto su
gloria”.
[3] Brown presenta algunos detalles muy interesantes en p. 111s tanto
en lo que se refiere al contexto histórico de la cuestión joánica, como en su
aplicación general a la historia de la Iglesia (sobre todo S. XVI).
[4] Relaciones iglesia-mundo: Col.-Ef. no considera la realidad de un
mundo extracristiano; 1 Pe. olvida que también hay santidad fuera del “pueblo
de Dios”; los escritos joánicos -si bien no dicen “odien al mundo”- mandan “no
amar al mundo” (1 Jn 2,15).
[5] Este cap. 21 de Juan es, entonces, posterior a las epístolas.
[6] Detalles en p. 128 b.
[7] Brown , a la luz de este principio, hace un agudo análisis del
enfrentamiento entre Pedro y Pablo (p. 130).
[8] Con lo cual se recoge la misma doctrina que Juan expresa con la
figura del discípulo amado.
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