lunes, 24 de septiembre de 2018

Material para el último encuentro



7. Las cartas joánicas: la Iglesia como una comunidad de individuos guiados por el Paráclito.

La historia de la comunidad joánica: para comprender la doctrina sobre el Paráclito es importante conocer la historia previa de la comunidad del discípulo amado:
   - originariamente, esta comunidad estuvo muy cercana al conjunto del movimiento cristiano.
   - luego asumió a conversos samaritanos (Jn 4), y a helenistas radicales del estilo de Esteban (Hech 7) quienes, sin romper la comunión con el tronco hebreo de Jerusalén, se separan en lo administrativo y niegan la presencia de Dios en el Templo. Estos cristianos helenistas son los que convierten a Samaría (y no Pedro o los Doce).
   - esta mezcolanza puedo haber acelerado los desarrollos innovadores de la teología joánica, lo cual hacía a esta comunidad joánica especialmente problemática para los judíos que no creían en Jesús.
   - por eso, en el Cuarto Evangelio, los oponentes de Jesús son “los judíos”.
   - el odio de estos “judíos” hacia Jesús es cada vez mayor, porque Jesús se hace igual a Dios (Jn 5ss),[1]  hasta llegar a una oposición entre ser discípulo de Jesús y ser discípulo de Moisés (9,28-33): la comunidad joánica ‒como el ciego ya curado de Jn 9‒ es expulsada de la sinagoga.
   - la reacción verbal del Jesús joánico es dura: los judíos son hijo del diablo y homicidas como él (8, 40ss).
   - la expulsión de la sinagoga condujo a los cristianos joánicos a acentuar la divinidad de Jesús.
   - también el clima judicial que presenta el Cuarto Evangelio (acusaciones, testimonios, juicio), tiene que ver con esta controversia con los judíos.
   - esta controversia también explica los elementos que están ausentes en el Cuarto Evangelio:
                   - se subraya tanto la divinidad de Jesús, que casi no aparecen sus limitaciones humanas.[2]
                   - no se mencionan directrices morales, pues los mandamientos no eran el tema de discusión, sino el creer o no creer en Jesús.
   - en resumen, como generalmente ocurre en las discusiones acaloradas, Juan acentúa mucho algunos aspectos y olvida completamente otros, que no hacen a la discusión.

La doctrina sobre el Paráclito: la singularidad de la doctrina joánica sobre el Paráclito se inscribe en el contexto de la polémica antes descrita. La cristología de Juan eleva también a su pneumatología, presentando al Espíritu con un carácter explícitamente personal ‒que no tenía en las primeras reflexiones cristianas‒ y dándole un nombre paraklétos‒ que no es neutro, como lo es pneuma.
                   El uso legal que el término paraklétos tiene en sus raíces griegas, se ajusta al clima judicial que tiene el Cuarto Evangelio: es el abogado o consejero que con su testimonio vence todo ataque y demuestra que quienes se oponen a Jesús y sus discípulos están equivocados.
                   Otra función del Paráclito es consolar a los discípulos en los momentos de problemas. En este aspecto, reemplaza la presencia de Jesús de una manera más íntima y duradera, por eso el mismo Jesús nos dice que nos conviene que él se vaya para que venga el Paráclito (16,6s).
                   Y aquí enlaza la pneumatología con la cristología: la función esencial del Paráclito es poner a cada cristiano en relación personal con Jesús.
                   Otro aspecto importante de la función del Paráclito es la de ser el maestro, continuador del magisterio de Jesús. No enseñará cosas nuevas sino que, estando presente en el corazón de cada cristiano, situará el mensaje de Jesús en cada momento y lugar concretos. De este modo, el Paráclito aparece como un maestro vivo, que si bien no añade cosas nuevas, tampoco se limita a repetir una tradición del pasado muerto.

Aspectos positivos y negativos.
                   + la doctrina sobre el Paráclito da fuerza a la eclesiología de Juan: la presencia viviente del Espíritu en los discípulos hace indiscutible su cristología, en el enfrentamiento con “los judíos”.
                   + asimismo subraya el igualitarismo joánico que vimos en el capítulo anterior: todos los discípulos tienen el Paráclito, del mismo modo que lo tuvo la primera generación cristiana. La eclesiología de Juan supera todas las barreras de espacio y de tiempo: todos están unidos a Jesús.
                   - Todo esto es fundamentalmente positivo, pero las epístolas nos muestran trágicos efectos secundarios: se ha producido una fuerte división dentro de la comunidad joánica, la cual -en el fondo- tiene que ver con la relación entre Escritura y Tradición. Así, según parece, la facción secesionista tomaba los datos del Cuarto Evangelio al pie de la letra, y sin relación con otros contenidos de fe, que el autor -en el calor de la polémica- había dejado de consignar. De este modo, negaban la humanidad real de Jesús y el aspecto redentor de su muerte, y también negaban la necesidad de vivir según una ética, pues el único pecado es no creer. En síntesis, los aspectos negativos derivados pueden resumirse en cuatro puntos:
                   1) Parcialidad de una teología configurada en la polémica: el Cuarto Evangelio enfatiza la divinidad de Jesús y la importancia de la fe. No hubo problemas mientras esto fue leído por cristianos que sabían -además- sobre su verdadera humanidad y de la necesidad de vivir como él vivió. Pero la siguiente generación recibió sólo los contenidos que eran objeto de discusión con “los judíos” y, de este modo, las acentuaciones del Cuarto Evangelio se radicalizaron, volviéndose inaceptables. Por eso, el autor de las epístolas debe remontarse al “principio”, a lo vieron y oyeron (cf. 1 Jn 1,1) para completar algunos datos que no fueron escritos en el Cuarto Evangelio, y que la generación actual desconoce.[3]
                   2) Pérdida de la tradición a causa de la polémica y de la expulsión: la comunidad joánica tenía mas cosas en común con la sinagoga -un sólo Dios, las Escrituras, la ética, etc.- que con el mundo pagano. Pero en la polémica se tiende a resaltar lo que divide y a olvidar lo común. Y, si entre los expulsados, hay un deslizamiento teológico que tiende a radicalizar aún más los puntos de división suceden dos cosas: 1) el grupo expulsor se confirma a sí mismo en que su decisión de expulsar al otro grupo fue acertada; 2) el grupo expulsado se vuelve incapaz de recuperar los elementos valederos de la tradición común, olvidados durante la polémica, y se vuelve secta.
                   Esta recuperación es lo que intenta el autor de las epístolas joánicas: en ningún momento contradice al Cuarto Evangelio, sino que intenta situarlo en su contexto, explicitando elementos que indudablemente el evangelista daba por seguros, pero que nunca mencionó ni recalcó en su obra.
                   3) Hostilidad hacia los extraños, que limita el amor a sólo “los hermanos”: en el Cuarto Evangelio se trata con extrema dureza a “los de fuera”, es decir, a “los judíos” (hijos del diablo, homicidas, mentirosos). Cuando se produce el cisma interno en la comunidad joánica, ambos grupos se tratan mutuamente con esa misma dureza (anticristos). En este contexto, el mandamiento del amor al prójimo de los sinópticos -que incluye a enemigos y extraños-, se convierte en mandamiento de amor al hermano, es decir, al miembro de mi mismo grupo. De nuevo aparece el particularismo sectario.[4] Incluso, Juan olvida que Jesús acogió a “los de fuera” -pecadores, prostitutas, publicanos- y sólo señala que amó “a los suyos” (13,1).
                   4) Divisiones incontrolables que se generan por apelación al Paráclito: la idea de un maestro divino en el corazón de cada creyente es una de las más grandes contribuciones que el Cuarto Evangelio hizo al cristianismo. Sólo que no nos dice qué hay que hacer cuando los creyentes que poseen el Paráclito no se ponen de acuerdo. Las epístolas nos muestran lo que sucede: se rompe la comunión. Si el Espíritu es la autoridad mayor y única -y cada parte apela a Él para mantener su postura- es totalmente imposible llegar a un acuerdo, y no hay forma de controlar las sucesivas divisiones que se producirán. De hecho, en el siglo II, la mayor parte de la comunidad joánica derivó hacia el gnosticismo, mientras una rama se integró a la “iglesia católica” aceptando la existencia de pastores humanos (como evidencia el “suplemento” que es Jn. 21, sobre todo vv. 15-17).[5]

Conclusión: la eclesiología joánica es la más atractiva y excitante del Nuevo Testamento, pero es también una de las menos estables. Por otra parte, si bien el Cuarto Evangelio no puede ser la guía única para la Iglesia, nos recuerda constantemente el lugar único que tiene que ocupar Jesús en la vida de cada cristiano.


8. La cristiandad judeo-gentil en Mateo: una autoridad que no sustituye a Jesús.

Mateo y la eclesiología: Mt. tiene una prioridad eclesiológica difícil de sustituir. Es el único evangelista que usa la palabra “iglesia”, y fue el evangelio más adecuado para las necesidades de la iglesia posterior, sea en la catequesis, en la liturgia, en la predicación, etc., siendo el más citado por los Santos Padres. Mc. fue prácticamente eclipsado por Mt. (más del 90% de los versículos de Marcos son citados por Mateo, por lo que no se sentía necesidad de leer a Mc. mismo). Por otra parte, Mt. tuvo una extraordinaria capacidad para recoger y organizar el mensaje, lo cual hizo de su evangelio la mejor guía práctica para la vida del cristiano.

Mateo, Lucas y Juan: tanto Mt. como Jn. escriben en medio de una gran adversidad, y ambos han entrelazado en la vida de Jesús los problemas que sus comunidades tuvieron décadas después. Lucas, por su parte, ha distinguido estas dos etapas, escribiendo por separado el libro de los Hechos. Analizando la mezcla de imágenes pre y postresurreccionales, se descubre que Mateo era un cristiano de origen judío y ex escriba, y que trabajaba en una escuela que podía utilizar varias versiones de las Escrituras.

El Jesús de Mateo: Jesús no contradice lo mejor de los valores religiosos de Israel, sino que los consagra, eliminando las argucias de los rabinos, que viciaban la vivencia profunda de la Ley. Es más, Jesús exige una justicia mayor que la de los fariseos, y puede exigir esto porque Él es el maestro supremo y la encarnación perfecta de la justicia.

Mateo y Pablo: esta visión no es incompatible con la de Pablo, con quien probablemente Mateo tenía en común su formación farisea, pues para ambos “Cristo es el fin de la Ley”, aunque con distintos acentos. Y esto siempre ha sido así en la Iglesia, y nunca ha creado conflicto a los cristianos inteligentes: hay quienes acentúan la libertad respecto de la ley, y quienes acentúan el cumplimiento de la ley sanamente interpretada, sin que ninguno de los dos grupos acepte ni libertinos ni legalistas.

La comunidad de Mateo: analizando su obra, encontramos que la comunidad de Mateo presenta una diversidad étnica. Las dos recomendaciones dirigidas a los apóstoles “No tomen caminos de gentiles” (10,5) y “Hagan discípulos a todas las naciones” (28,20) ilustra la historia de la comunidad de Mateo, que nace en ambiente judío y posteriormente se abre a los paganos. Es una comunidad asociada íntimamente a los Doce, y sobre todo a Pedro, fieles al Templo y al Judaísmo pero que, al mismo tiempo, descubrían con sorpresa que los paganos podían recibir a Cristo y por es debían ser aceptados. Esta comunidad heterogénea es llamada “iglesia”, término que los LXX utilizaban para destacar la pureza del Pueblo de Dios. Al llamar “mi iglesia” a este grupo mixto, Jesús indica que la aceptación de paganos no lesiona la pureza de este nuevo y verdadero pueblo de Dios.

Las opciones ante Jesús: ya los relatos de la infancia nos muestran tres grupos que responden de modo diferente ante Jesús: judíos piadosos que lo aceptan (José), paganos que lo adoran (los magos) y judíos que lo rechazan y quieren matarlo (el rey judío, los sacerdotes y escribas). Estas tres actitudes recorrerán toda la obra de Mateo.

Conflictos y sus soluciones, en la comunidad de Mateo:
   1) Los juicios hostiles de los cristianos contra escribas y fariseos tuvieron respuesta por parte de ellos: calumnias y persecuciones, negación de la resurrección de Jesús, y afirmación de que Jesús era hijo ilegítimo. El resultado es que algunos cristianos abandonan a Jesús.[6]
   2) Dentro de la comunidad de Mateo también hay problemas: la riqueza de los carismas se manifiesta, pero también hay abusos por parte de falsos profetas que realizan milagros, pero obran injustamente.
   3) La relación entre ricos y pobres en la comunidad, era otra posible fuente de conflictos. Mateo no trata a los ricos con la dureza que lo hace Lucas. Hay una oportunidad para los ricos si son pobres de espíritu, y tienen hambre y sed de justicia.
   4) Esta misma habilidad pastoral evidencia mateo en su reflexión sobre la convivencia del trigo y la cizaña: la misericordia y la paciencia han de prevalecer en la comunidad, dejando a Dios el juicio final.
   5) El mismo equilibrio manifiesta Mateo en el tema del pago del impuesto: los cristianos se encuentran libres de tal obligación pero, para evitar ser motivo de escándalo, deberán pagarlo (17,24ss).[7]
   6) Es importante, sobre todo, cómo entiende Mateo el tema de la autoridad en la iglesia. Mateo no rechaza la existencia de una cátedra con juicio autoritario -al estilo fariseo- siempre y cuando se acepte que la autoridad viene de Jesús, y que Jesús tiene la última palabra en todos los casos.
    - así, Mateo expresa en términos rabínicos el tema del poder en la Iglesia (atar/desatar; llaves).
    - pero este poder es otorgado por Jesús.
    - acepta un fuerte sentido de organización y autoridad eclesial.
    - pero critica duramente a los fariseos, a fin de que el legalismo no tenga lugar en la iglesia.

Aspectos positivos y negativos.
                   + Gran respeto por la ley y la autoridad.
                   + Primacía absoluta de las actitudes de Jesús al interpretar la ley y ejercer la autoridad.             
+ Con estos dos elementos Mateo construye una eclesiología de notable solidez y equilibrio. En cierto modo, conjuga la estructura eclesial de las Pastorales con la presencia personal de Jesús en la que insiste Juan (también Mt. 28,20 habla de la continuidad de la presencia de Jesús en la Iglesia). Pero a diferencia de Juan, Mateo mantiene el equilibrio en el plano ético, uniendo a la fe la ética evangélica del Sermón de la Montaña.
                   + Mt. 18 es el tratamiento práctico más profundo de la iglesia en el Nuevo Testamento, donde Mt. anticipa ciertos peligros. Y hay que notar que el discurso se dirige explícitamente a las autoridades eclesiales.
                   Empieza presentando el problema de la primacía en la iglesia, al cual responde con el ejemplo de un niño pequeño, manifestando que en el Reino de los cielos es Dios quien tiene el poder o autoridad supremos. La grandeza en el Reino corresponderá al grado de cercanía que cada uno tenga con Dios.[8] Así se evitará también una ejercicio prepotente de la autoridad, al modo del mundo.
                   La sección siguiente pone en guardia contra los escándalos, que afectan sobre todo a los miembros más vulnerables de la comunidad. Asimismo, advierte a las autoridades eclesiales sobre no despreciar a estos “pequeños”, actitud que puede ser más escandalosa que una conducta inadecuada.
                   El discurso continúa con el rescate de la oveja extraviada, desafiando los cálculos mundanos acerca de la eficiencia: una sola oveja extraviada exige toda la dedicación necesaria, aunque haya 99 en el corral.
                   Finalmente se indica el camino a seguir con el descarriado. Primero se señala un delicado proceso de corrección fraterna, y luego se insiste en el perdón ilimitado.
                     
                  
Resumió: J.F.
                                                                                                                                    




[1] El Jesús de Juan, quien después de haber estado con Dios, baja a la gente para contarle acerca de Dios, conjuga los perfiles de Moisés en el  Sinaí y de la Sabiduría preexistente (Eclo 24, etc.). Juan no enfatiza el  aspecto davídico de Jesús.
[2] Brown, p. 104 +.  Ni siquiera  Jn. 1,14 remarca la humanidad de Jesús al decir “se hizo carne”, pues el versículo continúa “y hemos visto su gloria”.
[3] Brown presenta algunos detalles muy interesantes en p. 111s tanto en lo que se refiere al contexto histórico de la cuestión joánica, como en su aplicación general a la historia de la Iglesia (sobre todo S. XVI).
[4] Relaciones iglesia-mundo: Col.-Ef. no considera la realidad de un mundo extracristiano; 1 Pe. olvida que también hay santidad fuera del “pueblo de Dios”; los escritos joánicos -si bien no dicen “odien al mundo”- mandan “no amar al mundo” (1 Jn 2,15).
[5] Este cap. 21 de Juan es, entonces, posterior a las epístolas.
[6] Detalles en p. 128 b.
[7] Brown , a la luz de este principio, hace un agudo análisis del enfrentamiento entre Pedro y Pablo (p. 130).
[8] Con lo cual se recoge la misma doctrina que Juan expresa con la figura del discípulo amado.

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